Actualmente, la cuota de mercado de los automóviles 100% eléctricos (BEV) en nuestro país aún es de un 5%, todo y a pesar de un crecimiento incesante (aunque forzado) en sus matriculaciones. Sin embargo, la mayoría de las personas que adquieren un coche nuevo optan por motorizaciones tradicionales, de gasolina, o híbridas, especialmente de aquel tipo que no requiere un cable para recargar su batería. Los españoles, que viven una realidad muy distinta a la de las principales potencias europeas en materia de movilidad sostenible, no quieren complicarse.

Pese a las subvenciones públicas que existen para la compra de esta clase de vehículos con cero emisiones locales, recientemente ampliadas para unidades usadas de baja antigüedad, estos planes de ayuda carecen de continuidad (no siempre estarán ahí) y su gestión y adjudicación resultan ineficientes en demasiadas ocasiones (varias de las comunidades autónomas que las tramitan muestran poco o nulo interés por esta serie de dotaciones económicas). Además, son considerados ganancias patrimoniales por Hacienda, motivo por el que es obligatorio declararlos (a diferencia de lo que mucha gente cree, no se percibe una cuantía neta: ¡tributa!).

No obstante, las razones por las que todavía no debes comprarte un automóvil con este sistema de propulsión son otras que nada tienen que ver con el intervencionismo del Gobierno sobre el sector para intentar reactivarlo a base de erario. Sólo el tiempo y la capacidad de las industrias (no sólo la del motor) para adaptarse a los cambios que ha impuesto la política comunitaria europea pueden hacer que un BEV en propiedad (o no) merezca la pena. Ten en cuenta lo siguiente:

La tecnología de los coches eléctricos es incipiente y evoluciona demasiado rápido

Los avances tecnológicos en automoción y más concretamente en lo relativo a las baterías de los coches eléctricos llevan un ritmo vertiginoso, de tal modo que los desarrollos sobre la densidad energética de estas pilas quedan rápidamente obsoletos. Los turismos están experimentando lo que ocurrió con la electrónica de consumo hace 25 años: lo que ayer era el último grito, mañana estará anticuado. Muestra de ello es lo sucedido con los acumuladores de nueva generación que ha anunciado CATL de cara al próximo lustro. Esto se traduce en una altísima depreciación que no ocurre, al menos de la misma manera (proporcionalmente), con los vehículos térmicos convencionales.

Nuestro país cuenta con una infraestructura de recarga absolutamente deficiente

Del medio millón de puntos de recarga públicos que existen en los territorios que conforman la Unión Europea, dos tercios se concentran en tres naciones: Alemania, Francia y Holanda. España, debido a su población y superficie, se halla entre los cinco países que más cargadores de este tipo tienen, pero casi todos son de baja potencia (funcionan en corriente alterna) y se encuentran ubicados en grandes urbes. Nuestra región necesita una infraestructura mucho mayor, mejor mantenida y, sobre todo, centrada no sólo en los destinos sino en los trayectos, a fin de que recuperar energía durante los viajes más largos no genere tanta ansiedad a los conductores de BEV.

El poder adquisitivo del español medio es bajo y el precio de un BEV aún muy alto

España, pese a ser una potencia dentro de la UE, es un país muy endeudado y con una población recientemente empobrecida que no dispone de una buena capacidad de ahorro y, por ende, de consumo. El coche, visto casi como un producto de lujo en la actualidad, sólo queda al alcance del bolsillo de unos pocos, sea eléctrico, híbrido o puramente de combustión. Sin embargo, los primeros siguen siendo mucho más caros que el resto a igualdad de tamaño, concepto, potencia y autonomía. Concretamente, un BEV es alrededor de un 30% más caro que un ICE equivalente. El ahorro en energía y mantenimiento no suele compensar ni siquiera en el largo plazo.

La mayor parte de los españoles vive en pisos y aparca sus automóviles en la calle

Cerca del 70% de los habitantes de España residen en viviendas a distintas alturas, es decir, dentro de edificios verticales. Muchos de estos inmuebles no disponen de garaje propio. También hay muchas personas que no pueden permitirse lo que cuesta un estacionamiento privado, ya que la diferencia entre oferta y demanda es tan abismal que los precios resultan poco apropiados para un sueldo medio. Como resultado, varias decenas de millones de coches duermen a la intemperie todos los días, imposibilitando recargas domésticas si se trata de unidades eléctricas. Además, es difícil alquilar plazas con un cargador instalado que dé servicio. La solución a esto es compleja.

España compra coches asequibles y la autonomía real de los BEV baratos es escasa

El último inconveniente a la hora de adoptar la movilidad eléctrica a escala masiva en la península es el rango de distancia real (no el homologado según WLTP) que pueden recorrer los automóviles eléctricos más “asequibles” (pongamos por debajo de 35.000 euros, que sigue siendo mucho dinero). En la mayoría de casos son vehículos utilitarios con los que recorrer una media de 250 km ya resulta raro, especialmente si se usan vías de alta velocidad. Lograr autonomías prácticas de 500 km sólo es posible con modelos cuyo precio supera, como mínimo, los 70.000 euros. Es por esto, y por todo lo anterior, que consideramos que aún no es el momento de comprar un BEV.

Fuente: Diariomotor

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