29 fallecidos en las carreteras españolas durante la Semana Santa de 2022 nunca serán un caso de éxito para nadie. Ni para la sociedad ni para un país. Y menos aún para las propias víctimas, familiares, amigos, compañeros…

200 personas ya no volverán a sus hogares jamás en lo que llevamos de año. Un largo suma y sigue…

“Siguen siendo muchos los fallecidos en carretera y siguen siendo muchas las familias a las que un siniestro vial les ha cambiado la vida. Nada vuelve a ser igual”, ha recordado Pere Navarro, director de la DGT tras analizar con los responsables del Observatorio de Seguridad Vial  las cifras provisionales de esta Semana Santa. No obstante, ha querido agradecer a los ciudadanos, el comportamiento que la mayor parte de ellos han tenido en carretera.

Es bueno saber que si nos esforzamos podemos evitar los malos pronósticos del Big Data”. “Tenemos que seguir trabajando cada día y cumpliendo las normas de circulación para que de verdad, los siniestros viales pasen a ser cosa del pasado

Es cierto que los desplazamientos de largo recorrido durante el periodo vacacional de Semana Santa suponen uno de los mayores retos del año para garantizar la movilidad segura de los millones de vehículos que se concentran en unos días y horarios concretos y en los mismos puntos determinados de cada año.

Tampoco hay que olvidar que los desplazamientos de corto y medio recorrido, entre poblaciones vecinas, generalmente por vías convencionales, representan un altísimo riesgo para todos los usuarios, especialmente cuando confluye el exceso de confianza por el conocimiento de recorrido rutinario y los pocos kilómetros a recorrer. Claro caso de falta de concienciación y sensibilización sobre el problema.

Es en estas poblaciones pequeñas, en entornos rurales o vacacionales, donde más se baja la guardia: Apenas se hace uso del cinturón de seguridad en ninguna de las plazas, el estado de mantenimiento  de los vehículos deja mucho que desear, el respeto a las normas y señales de tráfico es puramente anecdótico y el usuario responsable se convierte en un estorbo y una presa a batir, incluso recriminar, o adelantar de cualquier modo y manera por parte de conductores imprudentes haciendo gala de una violencia vial que sería rechazada socialmente en cualquier otro ámbito.

¿Se equivoca el big data o nos engañamos como sociedad?

El big data pronosticaba para este periodo vacacional de Semana Santa 36 fallecidos. El resultado ha sido de 29. ¿Exito? No, fracaso rotundo.

La DGT valora los resultados y causas de los siniestros, que son repetición, balance tras balance, y nos quedamos una vez mas en ese punto:

De 9 ocupantes fallecidos en turismo, 4 no hacían uso del cinturón de seguridad. Casi la mitad

Casi la mitad de los fallecidos han sido usuarios vulnerables. De estos a partes iguales motoristas y peatones atropellados en vías interurbanas.

El 30 por 100 de los fallecidos han sido por salida de vía

El 70 por 100 en vías convencionales y el 30 por 100 de estos por colisión frontal.

¿De verdad tenemos que aceptar que es el big data el que se ha equivocado?  ¿O somos la sociedad quienes permitimos alimentar  errores y su justificación?

Falta de educación, concienciación y sensibilización

Es imperdonable. Estamos fracasando como sociedad civil (de civilizada) por no evitar que nadie más pierda la vida en un estúpido siniestro predecible, prevenible y evitable por falta de conocimiento, instrucción, sensibilidad y concienciación.

Estos días hemos leído con asombro noticias de un calibre tal como que 200 vehículos se saltan un mismo stop en apenas 90 minutos. Es decir, cada 30 segundos un conductor no respeta a otro usuario que tiene preferencia de paso.  La cuestión no es si lo hubieran respetado de saberse vigilados por un dron de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, sino por propia convicción de la necesidad. Sin embargo la respuesta social y mediática es que la vigilancia es recaudatoria. Nadie se plantea afear o rechazar socialmente al infractor vial. Aunque pueda causar daño, dolor y muerte con su actitud.

Según los datos ofrecidos por la DGT y la Fundación Línea Directamiles de conductores violan la señalización de Stop a diario. Es una infracción que provoca cientos de accidentes por colisión frontal y, en 2018, hubo más de 3.200 accidentes con víctimas, de las cuales, 75 murieron por saltarse una señal de Stop.

Circular por vías convencionales intentando respetar los límites de velocidad te convierte en poco menos que un estorbo, un obstáculo o una víctima del sistema, ya que es fácil comprobar como no es ya que no se respeten las nuevas limitaciones de no superar el margen de 20 kilómetros por hora en los adelantamientos, es que es permanente la aproximación de vehículos a velocidades muy superiores, incluso para circular por una autovía, invadiendo el carril contrario para adelantar y mordiendo el trazado o líneas continuas en curvas o en tramos con prohibición de adelantar, resultado de la inercia y la velocidad excesiva. No es baladí y gratuito que la salida de vía sea la causa de la tercera parte de las víctimas mortales según el análisis de la propia DGT.

Solo se levanta el pie del acelerador ante un radar, señalizado por obligación, o la sospecha de un  vehículo “sospechoso de estar recaudando”. Pero nunca ajustamos la velocidad ante la señal correspondiente.

Ya decía Michel Roche en su libro “El hombre al volante”, escrito a mediados del siglo XX, algo en lo que seguimos tropezando tozudamente. Falta de preparación suficiente: “Un monitor de autoescuela nos decía recientemente (en 1959) ´´Tengo la impresión de ser un profesor cuyos alumnos reciben su diploma y abandonan la escuela cuando apenas ya saben coger la pluma y formar las letras. No habrá que asombrarse, pues, si estos alumnos cometen faltas de ortografía, estilo o echan algún borrón.” Esta observación expresa muy bien la debilidad de los medios de que se disponía en esos años para que los entonces futuros automovilistas adquirieran las aptitudes y automatismos seguros que hacen al buen conductor.

En una encuesta realizada entre conductores por el propio autor en 1959 (año en que se gesta y crea la Jefatura Central de Tráfico, actual DGT) sobre cuál era la media de prevención que les parecía más eficaz, todos coincidían en situar en primer lugar la mejoría en la educación y formación de conductores.

Más de 60 años después ha aumentado el parque automovilístico y los kilómetros de carreteras, autovías y autopistas. Han mejorado también el diseño de infraestructuras y vehículos, equipando mejoras tecnológicas y desarrollos que aumentan la seguridad de los usuarios. El censo de conductores también se ha incrementado muy notablemente y, sin embargo, no parece que la preocupación y voluntad “política” por mejorar en la misma proporción la formación y educación haya sido la misma ni remotamente.

Las causas de los siniestros con víctimas mortales que se registraban en la segunda mitad del siglo pasado siguen siendo las mismas de hoy en día: velocidad excesiva o inadecuada, consumo de alcohol y drogas, distracciones, fatiga, cansancio y sueño…

El automóvil sustituyó al caballo, que tenía su propio cerebro y se desbocaba raramente, como medio de locomoción pero nunca ha sido considerado como un mecanismo de difícil manejo sino como una forma de desplazarse más rápidamente.

Tradicionalmente, por razones comerciales y empresariales muy comprensibles, siempre se ha insistido más en las ventajas y facilidad de su conducción que en subrayar los riesgos y peligros que lleva aparejados. Hemos obviado la necesidad de realizar esfuerzos conscientes para conducir bien y con seguridad.

Falta de medios suficientes para la vigilancia y control      

Ante la evidente falta de medios humanos y técnicos para ejercer la vigilancia y control en cada kilómetro de nuestras carreteras caben soluciones que están al alcance de la voluntad política y social.

Todos somos diariamente testigos, y los confirman informes de policías de tráfico de toda Europa, de que se cometen hasta un 20 por 100 más de infracciones de todo tipo cuando creemos que nadie, con autoridad sancionadora, nos está viendo.

El papel de las policías de tráfico no es simplemente castigar las infracciones, sino también educativo. Puede ayudar, aconsejar, socorrer, auxiliar, instruir, antes de castigar. En ciertos casos un control adecuado reduce el número de accidentes en un 40 por 100.

Es curioso como ante otras normas, medidas de seguridad, protección y prevención de otros tipos de violencia diferentes de la vial, como son la de género, odio, terrorismo, acoso, etc… no nos planteamos el concepto de que sean para recaudar.

¿Cuántos vemos una señal de “stop” continuamente interpretada como de “ceda el paso”, o un límite de 50 que rebasamos ¿inocentemente? a 65 o 70, o un límite de 120 km/h y lo normalizamos a 140, por ejemplo…? ¿Cuántos respetamos la distancia de seguridad con el vehículo precedente en función de la velocidad adecuada? ¿Cuántos respetamos ese mismo espacio de seguridad mantenido entre otros vehículos para colarnos o cambiarnos de carril, apurando y reduciendo la distancia con el vehículo que nos sigue, respetuosamente, y clavamos los frenos para no alcanzar al precedente… creando efectos dominó de frenazos, alcances, retenciones,…?

¿Las normas son recaudatorias o son para cumplirlas para beneficio de toda la sociedad? Nos planteamos el concepto “recaudación” si nos sancionan por fumar en un hospital, en un centro educativo, o en un transporte público? Hemos interiorizado que fumar mata. Y lo decimos en los propios paquetes de tabaco por imperativo legal. Y tratamos por todos los medios de proteger a la sociedad de los daños que produce el tabaquismo y limitar el espacio a los fumadores en beneficio de los “libres de humos”.

Así pues, como decía Michel Roche en 1959, “cada uno es más o menos capaz de convertirse en un buen conductor. Pero el objeto perseguido no es transformar al que tenga pocas aptitudes en un excelente piloto. Siempre existirán diferencias entre los conductores. Sin embargo, nos parece lícito proporcionar a cada uno, bien o  mal dotado, la posibilidad y voluntad de hacerse un poco más seguro y competente que si hubiera sido abandonado a los azares de una formación no controlada.”

Se confunde demasiado a menudo adquirir el hábito de conducir con el aprender a conducir bien. Por otra parte, es cierto que la práctica es tanto más instructiva cuanto mejor sea la instrucción recibida por el conductor, formación, concienciación y sensibilización que puede proporcionarnos los automatismos fundamentales y despertar el deseo de conducir cada vez mejor, más seguros, respetando y empatizando con el resto de usuarios.

La decisión última de incumplir normas, no respetar a otros y cometer infracciones con riesgo para la vida propia y de terceros siempre será nuestra.

Si tenemos los conocimientos, las herramientas y las instrucciones, en las manos de todos estará aplicarlas correctamente.
Hagamos que funcione.
Todos somos parte de la solución.
Seamos solidarios una vez más todos con todos.

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